Menudo guirigay la nueva edición de Gran Hermano VIP. Tres horas y cuarto sólo para presentar a los concursantes. Los cuarenta y cinco minutos restantes de programa se fueron en realizar una prueba que consistía en buscar una bola dorada entre miles de bolas de colores. Poca cosa, vaya. Demasiada purrela en una edición que llega en un momento complicado para Telecinco: fórmulas agotadas, reestructuración de la parrilla, nueva directiva, y exiguas audiencias. El efectismo de lo “nunca visto en Gran Hermano” ya no nos sorprende. Cómo nos va a sorprender, si hubo una violación en directo y no fue noticia hasta pasado un tiempo.
Una Marta Flich mucho más suelta y ufana que la de Todo es mentira (este nuevo registro le va mucho mejor) presenta esta octava edición en la que, como en todo reality, lleva unos vídeos en los que los concursantes explican por qué quieren entrar en Gran Hermano. No los vean, que ya se los resumo yo: están más tiesos que Gerineldo. La cara de Carmen Alcayde cuando la Flich dice —a eso de la 1:20 de la noche— que la cantidad del premio variará en función de lo que hagan (como en El juego del calamar) ha sido transparente. Casi se podía escuchar en su cabeza aquel sonido de los dibujos animados que sonaba como “cuá cuá cuá cuaaaa”.
Creo que todos los espectadores hemos tenido esta sensación (tan frecuente ya en realities de VIPS) de pensar eso de “¿qué curriculum tiene esta tarántula?” al ver desfilar catorce a desconocidos, dos presentadoras del ayer, y una famosa (Karina). Esta última temo que pueda ser el muñeco de las bofetadas del formato ahora que la matriarca Campos no está entre nosotros.
Les agruparé al resto de concursantes (los que no son Karina) por grupos humanos: concursantes de realities hay cinco (Oriana Marzoli, Michael Terlizzi, Pilar Llori , Luca Dazi y Alex Caniggia). Presentadores de televisión que vivieron tiempos mejores hay tres (Laura Bozzo, Carmen Alcayde, y Pedro García Aguado). Concursantes de Got Talent, dos (Luitingo, Albert Infante). Mujeres jóvenes sin apariencia de muñeca Bratz tenemos dos también (Susana Bianca y Sol Macaluso). Y famosos por ser la expareja, hijo, o chófer de famosos, tenemos a cuatro (Marta Castro, Guillermo, Zeus Montiel, y Jessica Bueno).
Por supuesto, las agrupaciones se pueden hacer de otras maneras. Apuesto a que en Telecinco los han dividido en: gente a la que machacar, graciosos del colectivo, guapos que se pueden liar entre sí, simpáticos que escuchan la chapa de los demás, personas de gatillo fácil, sujetos que dan positivo en un test de sustancias, enajenados llenos de amor propio, maleducados, y gente que llora muchísimo. El experimento sociológico más longevo de la Historia nos trae esta nueva entrega en la que la actitud de uno de los menos famosos concursantes —que ya es decir— refleja a toda esa generación de tiktok que acabará por destruir este tipo de televisión. Se trata de Luca Dazi, que no sabía quién era nadie pero que quería que todo el mundo le reconociera… Ese chico representa el mundo de hoy día:“Ya nadie hace baila, todo el mundo es DJ”. Dice Marta Flich que uno de ellos está jugando a un doble juego. Me temo que aunque el “secreto” de la casa fuera que Karina es la amante de Mohamed VI, no haríamos sino arquear la ceja diciendo “pfff, otro como Domingo Torroba”. No olviden nunca que por dinero baila el mono y que a buen hambre no hay pan duro.
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