El número de víctimas mortales de los voraces incendios forestales de Hawái ascendió este sábado a 93, lo que los convierte en los más mortíferos de Estados Unidos en más de un siglo. El balance aumentará a medida que los equipos de rescate registran los restos calcinados de edificios, advierten las autoridades. Únicamente el 3% de la zona afectada ha sido rastreada, según el gobernador de Hawái, Josh Green, y se han incorporado 12 perros más para intensificar la búsqueda. Más de un millar de personas continúan desaparecidas. “Es el mayor desastre natural que hemos vivido”, ha declarado Green. “También va a ser una catástrofe natural de la que llevará muchísimo tiempo recuperarse”.
Tan solo ha podido verificarse la identidad de 2 de las 93 víctimas, según las autoridades del condado de Maui, epicentro del desastre. John Pelletier, jefe de la policía local, ha advertido de que el proceso llevará tiempo, porque se necesita una comprobación genética o dental dado el estado de los cadáveres, carbonizados. Los esfuerzos por identificar a los fallecidos se ven complicados por la ferocidad de las llamas, que fundieron metal y arrasaron más del 80% de Lahaina, antigua capital del reino hawaiano, y en cuyas ruinas se teme se escondan muchos cuerpos.
Este es el incendio más mortífero desde 1918, cuando murieron 453 personas en Minnesota y Wisconsin, asegura la Asociación Nacional de Protección contra Incendios. Se calcula que las pérdidas se aproximan a los 6.000 millones de dólares (5.400 millones de euros), tras la destrucción de unas 2.200 viviendas en Maui Occidental en una extensión de 2.170 hectáreas arrasadas por las llamas. Las autoridades locales estiman que más de 14.000 personas fueron evacuadas de la isla durante la jornada del miércoles, mientras que cerca de 14.500 fueron trasladadas a otras islas cercanas a lo largo del viernes. Seis refugios temporales en Maui acogen a los evacuados, mientras la marcha de los turistas ha hecho posible requisar un millar de habitaciones de hotel, la mitad de ellas para alojar a residentes y la otra, para los trabajadores de los equipos de rescate. Los psicólogos voluntarios prestan ayuda a las víctimas en puestos improvisados por la ciudad.
La causa del terrible suceso está siendo investigada, pero los expertos afirman que la rápida propagación del fuego se vio favorecida por circunstancias como la abundancia de plantas no nativas, la topografía volcánica, que propició la corriente de vientos secos ladera abajo, un invierno inusualmente árido y los coletazos de un huracán, Dora, a un centenar de kilómetros al suroeste.
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Cuesta entender la dimensión del desastre si se tiene en cuenta que Hawái es un Estado proclive a las catástrofes naturales —terremotos, volcanes activos, tsunamis y periódicas tormentas tropicales—, por lo que la falta de avisos por parte de las autoridades es considerada por muchos de los afectados como la causa principal, además del fuego. Los habitantes no recibieron un mensaje de alerta en el móvil —el sistema habitual en EE UU para cualquier emergencia—, lo que contribuyó a empeorar la situación y retardar la huida de las casas cercadas por las llamas. Muchos vecinos declaran haber sido conscientes del peligro solo al verlas a la puerta de sus hogares. Como Vilma Reed, de 63 años, que denuncia la falta de advertencias. “La montaña detrás de mi casa se prendió, ¡y nadie nos avisó!”, dijo a la agencia France Presse. Al volante de su automóvil, con su hija, nietos y gatos, emprendió una desesperada huida. “Aceleré a través de un frente de fuego para salvar a mi familia”, añadió.
“Subestimamos la peligrosidad y la velocidad del fuego”, admitió el sábado Jill Tokuda, representante del Partido Demócrata por Hawái, en declaraciones a CNN. “No es que los vientos huracanados sean desconocidos en Hawái, o la maleza seca, ni las condiciones de alerta roja [máxima]. Vimos esto antes con el huracán Lane. No aprendimos la lección de Lane [en 2018], que los incendios de matorrales pueden estallar como resultado de los vientos huracanados”, apuntó Tokuda.
Los fallos técnicos y la inacción de las autoridades para alertar del peligro son las principales críticas de los damnificados. Muchos achacan la tragedia al mutismo de la Administración, un silencio agravado por el apagón y la pérdida de conexión de los móviles. El fuego dejó sin electricidad a los residentes de Lahaina, que han relatado que se quedaron sin señal ni posibilidad de contactar con el exterior. Pero las 80 sirenas exteriores de advertencia, más potentes, no sonaron, según confirmó el viernes la delegación local de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias. “Ni [el condado de] Maui ni la agencia activaron las sirenas de advertencia en Maui durante el incendio forestal”, señaló ese organismo, según NBC News.
Al igual que la identificación de las víctimas, determinar las razones del desastre llevará tiempo. Sobre si se podría haber hecho más para advertir a los residentes, el gobernador Green remitió a la investigación de la fiscal general del Estado sobre la sucesión de acontecimientos y las decisiones tomadas en las primeras horas, a la vez que pedía cautela. “La mayor fuerza en juego aquella noche fueron los vientos de 130 kilómetros por hora. Eso creó unas circunstancias increíblemente peligrosas”, ha descrito Green. “Teniendo en cuenta esas condiciones, dudamos de que se hubiera podido hacer mucho más ante un incendio tan rápido”.
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